sábado, 3 de noviembre de 2012

Capitulo 5





Peter se despertó sintiendo su brazo en llamas.
Siseando, sacó la mano de un tirón, fuera de la luz del sol, que entraba a raudales a través de la ventana, la cual estaba al otro lado de la cama extremadamente rosa. Se empujó a sí mismo contra el cabezal blanco de mimbre para evitar así un mayor contacto de los rayos mortíferos con su cuerpo.
Sopló aire fresco a través de su mano, pero todavía le ardía y dolía.
¿En dónde diablos estaba?
Por primera vez en siglos, sintió una ola de incertidumbre recorrerlo.
Peter nunca estaba fuera de su elemento. Nunca fuera de control. Su vida entera había sido balance y moderación extremos.
Nunca en su existencia de Dark Hunter se había encontrado inseguro o confundido.
Pero ahora mismo, no tenía idea dónde estaba, la hora del día, o quiénes eran las mujeres que escuchaba al otro lado de las cortinas rosadas.
Entrecerrando los ojos contra la brillante luz solar que perforaba dolorosamente sus ojos, miró alrededor de la excéntrica habitación y se dio cuenta que estaba atrapado entre dos ventanas abiertas. Su corazón martillaba. No había ninguna forma segura de poder salir de la cama. La única dirección en que podía salir era a la izquierda y hacia una esquina en la que había una endeble mesita de luz rosada.
Demonios.
A pesar del fuerte dolor de cabeza, empezó a recordar lo hechos de la noche anterior con abrumadora claridad. La pelea.
La mujer...
Aquella cosa grande, no importa qué, estrellándose contra él.

Si bien el cuerpo le dolía y estaba lastimado, sus poderes de Dark Hunter le habían permitido cicatrizar mientras dormía. En unas horas desaparecería hasta la menor dolencia.
Hasta entonces, necesitaba salir de esa trampa mortal de luz solar. Cerrando los ojos, Peter convocó una nube oscura que cubriera el sol así la brillante luz del día no haría estragos a su vista.
Si él quisiera, podía convocar suficientes nubes para convertir el cielo del día en uno tan oscuro como el de la noche. Pero no le serviría de nada. La luz del día aun era la luz del día.
Su exclusivo poder de Dark Hunter le permitía controlar los elementos, el clima y poder cicatrizar rápido, pero no tenía control sobre el dominio de Apolo. Claro u oscuro el día todavía pertenecía a Apolo, y si bien Apolo estaba técnicamente jubilado, el dios griego nunca toleraría que un Dark Hunter caminara en su territorio.
Si Apolo le divisaba afuera o cerca de una ventana durante la luz del día, Peter no sería nada más que una tira de tocino en la acera.
Ser un celta extracrispy no le atraía en lo más mínimo.
Con sus ojos aun ardiendo, Peter empezó a dejar la cama, y se detuvo. No había nada entre él y las sábanas con aroma a patchoulí y trementina.
¿Qué sucedió con mis ropas? Estaba realmente seguro de no haberse desnudado anoche.
¿Habían ellos...?
Frunció el ceño mientras buscaba en su memoria. No, no era posible. Si él hubiera estado despierto el tiempo suficiente para tener sexo con ella, habría estado lo suficientemente despierto para dejar el lugar mucho antes de la salida del sol.
–¿Dónde está?
Levantó la mirada al escuchar la voz tan poco familiar al otro lado de la tela anudada teñida de rosado, la cual estaba colgada para formar una pared alrededor de la cama.
Dos segundos más tarde, la tela se deslizó para revelar a una atractiva mujer que parecía estar a finales de los treinta. El pelo largo y negro estaba peinado en una trenza gruesa y vestía una falda larga de color negro y una túnica.
Era notablemente parecida a la mujer que encontrara anoche. Y a primera vista, podía ser fácil confundirla con su contraparte menor.
–Oye, Lali, tu amigo está despierto. ¿Cuál es su nombre?
–No lo sé, Starla. No pregunté.
Oh, esto se ponía cada vez extraño y más extraño.
Inmutable por su presencia, la mujer entró al cuarto y se paró del lado de la cama donde estaba la mesa de luz.
–Te pareces a un Steve –dijo mientras se inclinaba y levantaba la tela que cubría la mesita de luz y buscaba en una pila de revistas que estaban escondidas bajo esta–.¿Tienes hambre, Steve? –Antes de que él pudiera contestar, alzó la voz–. No esta aquí.
–Está bajo las viejas copias de los artículos sobre arte.
–No esta aquí.
Lali entró en el cuarto. Caminando con la gracia de una princesa de las hadas, vestía un vestido púrpura con mangas largas tan brillante que tuvo que entrecerrar los ojos por el fuerte tono. Como ella cruzó frente a la ventana, se percató que el material era bastante delgado y transparente, brindándole a él una vista agradable de sus exuberantes y amplias curvas y el hecho que ella no llevaba nada debajo de ese vestido.
Nada excepto su piel bronceada.
Su garganta quedó seca.
Ella se estaba limpiando la pintura de las manos con una toalla mientras se movía hacia la mesita de luz sin echarle aún una mirada.
–Está justo aquí –dijo, tirando de una revista y dándosela a la mujer mayor. Finalmente, Lali miró hacia la cama y encontró su mirada–.¿Tienes hambre?
–¿Dónde están mis ropas?
Ella lanzó una vergonzosa mirada a Starla.
–¿Le preguntaste el nombre?
–Es Steve.
–No es Steve.
Lali no le prestó atención mientras rodeaba a Starla para quedar frente a él. Ambas mujeres lo miraron ahí, acostado en la cama, como si fuera una curiosidad inanimada.
Peter subió la sábana rosa más arriba sobre su cintura. Luego, repentinamente cohibido, movió su pierna desnuda bajo la cubierta y dobló la rodilla a fin de que la parte central de su cuerpo no fuera tan obvia debajo del delgado algodón.
Las dos mujeres mantenían los ojos clavados en él.
–¿Ves lo que te decía? –preguntó Lali–. ¿No tiene el aura más increíble que alguna vez hayas visto?
–Definitivamente tiene un alma antigua. Con sangre Druida. Estoy segura de eso.
–¿Lo crees? –Lali preguntó.
–Oh, sí. Necesitamos hablarle y que nos deje hacerle una regresión a la vida pasada y ver con que nos encontramos.
«Ok, ambas estaban locas».
–Mujeres –dijo abruptamente–. Necesito mis ropas, y las necesito ahora.
–Mira –dijo Lali–. Mira la forma en que cambia su aura. Está absolutamente viva.
–Sabes, nunca vi algo así. Es realmente inusual. –Luego Starla salió del cuarto hojeando la revista.
Lali aun se limpiaba la pintura de las manos.
–¿Hambre?
¿Cómo podía hacer eso? ¿Cómo podía cambiar de un tema a otro y luego regresar otra vez?
–No –dijo él, tratando de mantenerla en el tema principal–. Quiero mis ropas.
Ella realmente se acobardó.
–¿Que sucedió con las etiquetas de tus pantalones?
Peter frunció el ceño ante la extraña pregunta.
Él estaba refrenando su irritación y su temperamento, pero algo alrededor de esta mujer lo hacia muy difícil.
–¿Perdón?
–Bueno, tú sabes, estaban cubiertos de sangre...
Un mal presentimiento se asentó en su estomago.
–¿Y?
–Los iba a limpiar, y...
–¿Oh mierda, los lavaste?
–No fue el lavado el que los estropeó tanto como el secado.
–¿Secaste mis pantalones de cuero?
–Bueno, no sabía que eran de cuero –dijo suavemente–. Se sentían realmente suaves y extraños que pensé que era cuerina o algo por el estilo. Lavo mi vestido de cuerina todo el tiempo sin que se desintegre y se encoja como les paso a tus pantalones.
Peter se frotó la frente con la mano. Esto no estaba bien. ¿Cómo diablos haría para salir de su departamento en la mitad del día y sin ropa?
–Sabes –continuó ella–, realmente no deberías haber recortado las etiquetas de tus ropas.
Había pasado mucho tiempo desde que él se sintiera realmente exasperado, pero comenzaba a sentirse así ahora.
–Esos eran pantalones de cuero hechos a mano. Nunca tienen etiquetas.
–Oh –dijo ella, mirándolo aún más avergonzada– Te habría comprado algo de ropa, pero como no tenían etiqueta no sabía que talla comprar.
–Genial. Vivo para quedarme desnudo clavado en un lugar extraño.
Ella comenzó a sonreírle, y luego apretó los labios como si estuviera pensando sobre eso.
–Tengo algunos pantalones de gimnasia rosados que no te quedarían, y aun si te entraran, estoy segura que no querrías usarlos de cualquier manera, ¿no?
–No. ¿También lavaste mi billetera?
–Oh, no. La saqué de tus pantalones.
–Bien. ¿Dónde esta?
Ella se quedó callada otra vez y un sentimiento de condenado temor lo consumió.
–¿Voy a querer saberlo? –preguntó él.
–Bueno... –ya comenzaba a odiar esa palabra desde que parecía augurar alguna condena para él y sus pertenencias–. La coloqué sobre la lavadora en la lavandería con tus llaves, y me di cuenta que no tenía cambio para la lavadora, por lo que fui hasta la maquina expendedora de cambio. Solo me ausenté un segundo, pero cuando regresé tu billetera ya no estaba. –Peter hizo una mueca–.¿Y mis llaves?
–Bueno, ¿sabes que cuando lavas algo se desestabiliza la máquina? Tus llaves terminaron sacudiéndose de allá arriba y se cayeron en un pequeño desagüe.
–¿No las recuperaste?
–Traté pero no pude alcanzarlas. Tres personas también trataron pero después se fueron.
Peter se sentó con atónita incredulidad. Peor, no podía enfurecerse con ella ya que sólo había estado tratando de ayudarle. Pero realmente, realmente quería enojarse.
–No tengo dinero, ni pantalones, ni llaves. ¿Todavía tengo mi campera?
–Sí, está segura. Y salvé tu pastillero Pez de Snoopy de la máquina de lavar también. Y tus botas y cuchillo están justo aquí –dijo, levantándolos del piso cerca de la cama.
Peter asintió, sintiendo un extraño alivio por saber que ella no había destruido todo lo que tenia la noche anterior. Gracias a los dioses que su moto la había dejado en la cervecería. Se estremeció de pensar lo que ella le podría haber hecho.
–¿Hay un teléfono que puedo usar?
–En la cocina.
–¿Podrías traérmelo, por favor?
–No es inalámbrico. Siempre pierdo esas cosas o las dejo caer en algún sitio y las rompo. El último que tuve terminó en el inodoro.
Lali miró dificultosamente a la mujer y a la débil luz solar en el cuarto. Se preguntó cuál de ellos era más letal para él.
–¿Te molestaría bajar las persianas? –le preguntó.
Ella frunció el ceño.
–¿La luz del sol te molesta?
–Soy alérgico al sol –dijo, cayendo en la mentira que los Cazadores Oscuros usaban en situaciones similares.
Aunque dudaba que alguna vez un Dark Hunter se hubiera encontrado en una situación parecida a esta.
–¿En serio? Nunca he sabido de alguien que fuera alérgico a la luz del sol.
–Bueno, yo lo soy.
–Entonces ¿eres como un vampiro?
La palabra “como” estaba muy cerca de la realidad.
–No, exactamente.
Ella se movió hacia la ventana, pero cuándo bajó la persiana, se cayó.
La luz del sol se derramó a través de la cama.
Con una maldición Peter se disparó contra la esquina, escapándose por poco de los pálidos rayos de sol.
–Lali, yo... –la voz de Starla se quebró mientras entraba en el cuarto y su vista quedaba atrapada por el hombre desnudo parado en la esquina. Lo miró en una forma extraña, abstraída, como si él fuera un mueble muy interesante.
Peter y la modestia eran desconocidos, pero la forma en que ella lo miraba lo hacía sentir malditamente incómodo.
A pesar de la luz del sol. Peter agarró la manta rosa de la cama y la sujetó firmemente en su cintura.
–Sabes, Lali, necesitas encontrar a un hombre como éste para casarte. Alguien tan bien dotado que aun después de tres o cuatro niños, todavía sería una roca.
Peter boqueó. Lali se rió.
–Starla, lo estas abochornando.
–Oh, créeme, no es nada sobre qué avergonzarse. Deberías estar orgulloso. Apúntatelo. Confía en mí, joven, a las mujeres de tu edad les gustaría tener algo de eso.
Peter cerró de golpe su mandíbula boquiabierta. Éstas eran las mujeres más extrañas que alguna vez hubiera tenido la desgracia de tener cerca.
«Dioses, sáquenme de aquí».
Starla miró a Lali en la ventana.
–¿Qué estas haciendo?
–Él es alérgico al sol.
–Está muy nublado afuera, esta casi oscuro.
–Lo sé, pero él dice que no puede estar en la luz.
–¿Realmente? ¿Así que trajiste a casa a un vampiro? Genial.
–No soy un vampiro, –repitió.
–“No exactamente” dijo él antes –dijo Lali–.¿Qué es “no exactamente” un vampiro?
–Un Hombre Lobo –dijo Starla. –Con su aura, eso tiene sentido. Wow, Lali, encontraste un hombre lobo.
–No soy un hombre lobo.
Starla lo miró realmente decepcionada por la noticia.
–Que pena. Tu sabes, cuando vives en Nueva Orleáns, uno espera conocer a un no muerto o un condenado de vez en cuando. –Ella miró a Lali–.¿Crees que deberíamos mudarnos? Tal vez si viviéramos sobre Ann Rice podríamos atrapar a un vampiro o un hombre lobo.