lunes, 29 de octubre de 2012

Capitulo 4


–Lali...
–Gaston, tengo veintinueve años, soy una artista divorciada que tomó clases de dibujo de desnudos en la universidad, y me crié con dos hermanos mayores. Sé la apariencia que tiene un hombre desnudo. ¿Ok?
Gruñendo quedamente, salió de su habitación y fue a sentarse en el sofá.


Lali inspiró profundamente mientras se volvía hacia su héroe vestido totalmente de negro. Parecía inmenso en su cama.
También era un completo desastre.
Tentativamente, y también para no lastimarlo, corrió la cremallera de la chaqueta de motorista, que era la mejor hecha que alguna vez hubiera visto. Alguien había pintado por todos lados, en dorado y rojo un trabajo de símbolos celtas. Era simplemente hermoso. Un verdadero estudio en el arte antiguo, y ella lo sabía. Toda su vida, había dibujado cosas celtas. Se había entrenado en su arte y cultura.
Tan pronto como abrió la cremallera de la chaqueta, hizo una pausa mientras veía que el no llevaba puesto nada debajo. Nada excepto una lujuriosa y tostada piel, que le hizo agua la boca y que su cuerpo comenzara a latir instantáneamente. Nunca en su vida había contemplado a un hombre con un cuerpo tan duro y tan adecuadamente formado. Cada músculo estaba definido, y aún relajado, su fuerza era evidente.
¡El hombre era un dios!
Deseó dibujar esas proporciones perfectas e inmortalizarlo. Un cuerpo como este definitivamente necesitaba ser preservado. Le quitó de encima la chaqueta y cuidadosamente la colocó sobre la cama.
Encendiendo la lámpara que estaba sobre la bufanda que cubría la mesa de luz, le echó una buena mirada y casi se cae por lo que vio.
¡Ca-ram-ba!
Él era aun más maravilloso que la gente que la había atacado. Su cabello rubio se ondulaba alrededor de la nuca, y dos trenzas largas, delgadas caían hasta su pecho desnudo. Sus ojos estaban cerrados, pero sus pestañas oscuras eran pecadoramente largas. Su cara estaba perfectamente esculpida con altas y arqueadas cejas y tenía una apariencia muy digna aunque indomable.
Otra vez, tuvo ese sentido extraño de déjà vu mientras en su mente brillaba una imagen de él despertándose y sosteniéndose sobre ella. De él sonriéndole mientras se deslizaba lentamente dentro y fuera de su cuerpo.
Lali se lamió los labios ante el pensamiento mientras palpitaba con una necesidad dolorosa. Hacía mucho tiempo desde que se sintiera atraída por un desconocido. Pero algo acerca de este hombre realmente la hacía ansiar saborearlo.
«Chica, has estado demasiado tiempo sin un hombre».
Por desgracia, era verdad que había pasado demasiado tiempo.
Lali frunció el ceño mientras se acercaba más y le echaba una mirada más detenida al colgante que llevaba alrededor del cuello. Grueso y de oro, eran cabezas de dragones célticas enfrentadas.
Era tan extraño que ella hubiera esbozado ese mismísimo diseño años atrás en la escuela de bellas artes, e incluso había hecho un intento para hacerse un colgante así pero la pieza había terminado en un completo desastre. Se necesitaba mucho talento en el trabajo con metales para lograr hacer algo tan intrincado.
Aún más impresionante era el tatuaje tribal que le cubría el lado izquierdo de su torso, incluyendo el brazo. Era un glorioso laberinto de trabajo de arte céltico que le recordaba el “Libro de Celtas”. Y a menos que ella hubiera perdido la memoria, estaba diseñado en tributo a la diosa celta de la guerra, Morrigan.
Sin pensar pasó su mano sobre el tatuaje, trazando el intrincado diseño. Su brazo derecho tenía una banda de casi ocho centímetros de scrollwork alrededor de su bíceps.
Increíble. Quienquiera que había dibujado esos tatuajes ciertamente conocía la historia celta.
Y mientras su dedo rozaba el pezón, ella se estremeció ante la apreciación del diseño.
La mujer que había en ella se mordía ante ese primer plano mientras lanzaba su mirada sobre las costillas y ese abdomen tan apretado y tan bien formado que debería ser parte de un show de físico culturismo.
Oh! Sí, éste era un hombre digno de mirar.
Si bien había mucha sangre en sus pantalones, no parecía haber alguna herida que la causara. Pensando en eso, ni siquiera había muchas magulladuras. Ni aún donde el camión de Baco se estrellara contra él.
Era muy extraño.
Con su garganta seca, Lali alcanzó el cierre.
Una parte de ella no podía esperar a ver que había debajo de esos pantalones negros. ¿Boxers o slips?
Si él hasta ahora había sido todo un semental, solo podía mejorarse...
«¡Mariana!»
«Es solo la apreciación de una artista por un cuerpo», se dijo así misma.
«Sí, claro».
Ignorando ese pensamiento, le abrió la cremallera de los pantalones y descubrió que no llevaba nada debajo de ellos.
¡Comando!
Su cara llameó ante la vista de su masculinidad extremadamente dotada anidada entre esos rizos trigueños.
«Oh vamos, Lali, no es la primera vez que has visto a un tipo desnudo. ¡Caray! Seis años en la escuela de bellas artes, has visto hombres desnudos en abundancia. Y tuviste muchas citas con ellos, sin mencionar que Jerry el ex-ogro no era exactamente pequeño».
«Sí, pero ninguno de ellos se veía tan bien».
Mordiéndose los labios, le quitó las pesadas botas Harley negras, luego deslizó los pantalones por las piernas largas y musculosas. Siseó ante el contacto de sus manos con su piel, que tenía una capa de vello rubio.
Oh, sí, él era definitivamente ardiente y elegante.
Mientras doblaba los pantalones, hizo una pausa y pasó su mano sobre la tela. Estaban hechos del material más suave que alguna vez hubiera tocado. Casi como gamuza, sólo que diferente. Era una textura extraña. Eso no podía ser realmente cuero. Eran tan delgada y...
Sus pensamientos se detuvieron mientras lo observaba en su cama.
«Oh sí, cariño. Esta era la fantasía de todas las mujeres. Un maravilloso tipo desnudo a tu merced».
Él yacía sobre la colcha rosada con un brazo bronceado atravesando su estómago y sus piernas ligeramente separadas, como si la estuviera esperando a que se reuniera con él y deslizara sus manos arriba y abajo por ese cuerpo duro y sin grasa.
Era algo delicioso para clavarle la vista.
Inspiró entre dientes, mientras deseaba treparse a ese cuerpo tan firme, tan magnifico y extenderse sobre él como una manta. Para sentir sus manos grandes, firmes en su piel mientras ella lo tomaba en su cuerpo y le hacía el amor salvajemente por el resto de la noche.
«¡Umm-hmmm!»
Sus labios ardieron por saborear esa piel maravillosamente dorada. Y él era toda piel dorada. No había ninguna marca de bronceado en él.
«¡Mi Dios!»
Lali sacudió la cabeza para despejarla. Dios, estaba actuando como una loca sobre él. Y aun...
Había algo muy especial acerca de este hombre. Algo que la llamaba como la canción de una sirena.
–¿Lali?
Se sobresaltó ante la llamada impaciente de Gaston. Se había olvidado completamente de su presencia.
–Un momento –dijo.
Sólo quería mirarlo una vez más. Una mujer necesitaba echar el ojo de vez en cuando, y cada cuánto una mujer tenía la oportunidad de comerse con los ojos a un dios inconsciente tan bien parecido.
Resistiendo el deseo a acariciar a su huésped, lo cubrió con una manta, recogió la chaqueta de la cama, y luego salió del cuarto.
Mientras caminaba hacia el sofá, estudiaba los pantalones ensangrentados. ¿De dónde había salido tanta sangre?
Antes que pudiera investigar los pantalones, Gaston los jaló de sus manos y agarró la cartera del bolsillo de atrás.
–¿Qué estas haciendo?–le preguntó.
–Revisándolo. Quiero saber quién es este tipo.–Gaston abrió la cartera y frunció el ceño.
–¿Qué?
–Veamos, setecientos treinta y tres dólares en efectivo y ninguna identificación. Ni licencia de conductor o tarjeta de crédito o débito. –Gaston sacó una daga enorme del otro bolsillo y dio un golpecito para abrirla y extenderla en un círculo de tres aspas de aspecto letal. Gaston maldijo aún más fuerte. –Mierda, Lali, creo que distes con un vendedor de drogas.
–Él no es un vendedor de drogas.
–¿No me digas, y cómo lo sabes?
Porque los vendedores de drogas no rescatan a las mujeres de manos de los violadores. Pero ella no se atrevió a decirle eso a Gaston. Sólo lograría que la sermoneara y le causaría indigestión.
–Yo lo sé, ahora vuelve a guardar eso.


–¿Entonces? –Camulus le preguntó a Dionisio mientras entraba en el cuarto del hotel.
Styxx levantó la mirada de su revista ante el sonido de la voz. El dios celta, Camulus, había estado sentado en el sofá frente a él en la suite del hotel mientras esperaban las noticias.
Vestido con jean de cuero negro y un suéter gris, la anciana deidad había estado cambiando canales incesantemente desde que Dionisio saliese, haciendo que Styxx desease arrebatar el control remoto de su mano y ponerlo de un golpe en la mesa de café de hierro y vidrio.
Pero solo un tonto le arrebataría el control remoto a un dios. Styxx podría tener deseo de morir, pero no tenía deseos de ser torturado rudamente antes de morir.
Entonces Styxx rechinó los dientes e hizo lo que pudo para ignorar a Camulus y esperar el regreso de Dionisio.
Camulus llevaba el pelo negro largo en una cola de caballo. Había algo diabólico y malvado en él, pero bueno, teniendo en cuenta que era el dios de la guerra, era comprensible.
Dionisio hizo una pausa en la puerta. Se encogió de hombros con su abrigo largo de cachemira, y luego jaló sus guantes de cuero color café de las manos.
Con un metro ochenta y cinco, el dios del vino y el exceso sería una presencia intimidatoria para la mayoría de la gente. Pero bueno, Styxx era sólo cinco centímetros más bajo, y siendo el hijo de un rey y un hombre que anhelaba la muerte, lo encontraba muy poco intimidador. ¿Qué iba a hacer Dionisio? ¿Enviarlo a su aislamiento infernal?
Él había estado allí, lo había hecho, y tenía la remera de Ozzy para probarlo.
Dionisio vestía una chaqueta de tweed, con el cuello vuelto de color azul marino, y pantalones sueltos plisados color café. Su corto pelo marrón oscuro estaba perfectamente cubierto de rayas rubias y tenía una inmaculada barba chivo. Lucía como un magnate millonario exitoso, de hecho, dirigía la principal corporación internacional donde los dioses obtenían sus alegrías incapacitando a sus competidores y asumiendo el control de sus negocios.
Forzado a retirarse siglos atrás en contra de su voluntad, Dionisio pasaba su tiempo entre el Olimpo y el mundo mortal, al cual odiaba casi tanto como lo odiaba Styxx.
–Responde mi pregunta Baco –dijo Camulus. –No soy uno de tus cobardes griegos al que puedas tener esperando una respuesta.
La furia flameó en los ojos de Dionisio.
–Mejor usas un tono más cortes conmigo, Cam. No soy ninguno de tus blandos celtas para temblar despavorido por tu furia. Quieres pelear, chico, adelante.
Camulus se puso de pie.
–Whoa, esperen un momento –Styxx trató de calmarlos. –Ahórrense la pelea para cuando ustedes dos se encarguen del mundo, ¿Ok?
Ambos lo miraron como si estuviera demente por interponerse entre ellos.
Sin duda, él lo estaba. Pero si se mataban entre ellos, entonces él nunca moriría.
Cam miró a Dionisio.
–Tu mascota tiene razón –dijo–. Pero cuando recupere mi dignidad Divina, nosotros vamos a hablar.
El brillo en los ojos de Dionisio decía que él lo estaría esperando.
Styxx aspiró profundamente.
–¿Entonces, la mujer está con Peter? –le preguntó a Dionisio.
Dionisio sonrió fríamente.
–Funcionó como un reloj –Miró a Camulus–.¿Estás seguro que esto lo inmovilizará?
–Nunca dije que lo inmovilizaría. Dije que lo neutralizaría.
–¿Cuál es la diferencia? –preguntó Styxx.
–La diferencia está en que él se convertirá en una distracción más grande y preocupante para Acheron. Sólo es otra forma de debilitar al Atlante al final.
A Styxx le gustó como sonaba eso.
Ahora ellos solo tendrían que asegurarse que el Dark Hunter y la mujer permanecieran juntos. Al menos hasta Mardi Gras, cuando el umbral entre este mundo y Kolasis fuese lo suficientemente delgada para traspasarla y así poder soltar del cautiverio al Destructor de Atlanta.
Habían pasado seiscientos años desde la última vez que esto había ocurrido y pasarían ochocientos años más para que ocurriese otra vez.
Styxx se encogió de miedo al pensar en vivir otros ochocientos años más. Otras ocho centurias de interminable monotonía y dolor. De ver a sus guardianes ir y venir, haciéndose viejos y morir, mientras vivían sus vidas mortales rodeados de familia y amigos.
No sabían lo afortunados que eran.
Como un humano, una vez le había temido a la muerte. Pero eso había sido hacía eones. Ahora la única cosa que Styxx temía era nunca poder escapar del horror de su existencia. Que continuaría viviendo, siglo tras siglo, hasta que el universo explotara.
Él quería salir, y hasta hacia treinta años no había tenido una esperanza de eso.
Ahora sí la tenía.
Dionisio y Camulus querían reclamar su divinidad y para ello necesitaban al Destructor y la sangre de Acheron para engañarlo. Era una lástima que Styxx no tuviera sangre Atlanta si no, gustosamente se hubiera ofrecido a sí mismo como sacrificio.
Así era, solo Acheron tenía la llave para liberar al Destructor. Styxx era la única criatura viva que les podía entregar a Acheron.
Solo algunos días más y todo estaría bien. Los viejos poderes regresarían para dominar la tierra y él...
Él finalmente sería libre.
Styxx suspiró con dulce expectación. Todo lo que tenía que hacer era mantener a los Cazadores Oscuros en sus propios cuellos y distraerlos mientras evitaba que los dioses se mataran entre ellos.
Si Peter o Acheron se daban cuenta de lo que estaba sucediendo, lo detendrían. Solo ellos tenían el poder de hacerlo.
Era él contra ellos y esta vez, esta vez, él terminaría lo que había empezado hacia once mil años.
Cuando lo lograra, los Cazadores Oscuros estarían sin líder.
Él sería libre y la tierra como todos la conocían sería un lugar enteramente nuevo.
Styxx sonrió.
Solo unos días más...